La técnica que escogí para expresarme no es casual, aunque así pareciera. Un mosaico, en su origen era una obra compuesta de piedrecillas, terracota o vidrios de varios tamaños, texturas y colores, por extensión se llama mosaico a cualquier obra realizada con fracciones de materiales diversos.
De la misma manera, mi vida entera se podría representar con un mosaico. Los elementos que conforman el mosaico de mi vida son la diversidad de experiencias, lugares, escenarios y colores; mezcla de texturas, imágenes, recuerdos y olores; ensamble de distintas culturas, folklores, creencias y amores.
La influencia de mi madre y su amor a las artes, la disciplina de 13 años de ballet, el colegio industrial que me hizo descubrir la nobleza del trabajo creado con mis propias manos, luego el bachiller pedagógico que reveló en mí el amor por la docencia, y continuando por la facultad de turismo que despertó un inexorable deseo por viajar y conocer gente distinta... Todo enlazado con cientos de experiencias en viajes extraordinarios y disímiles, ya sea representando a mi país como Miss Argentina o recorriendo Latinoamérica mochila al hombro; trabajando de croupier de casino en Las Leñas, de mesera en Buzios o gerenciando locales de moda de primeras marcas; esquiando en Suiza o Aspen; estudiando ingles en Ramsgate o Francés en La Sorbonne; viviendo cinco años en París, respirando arte en estado puro en Florencia, hasta enamorarme de Barcelona y de la maravillosa obra de Gaudi... Todo ello ha forjado lo que soy.
Soy mosaiquista, docente del arte musivo, amante del teatro y las artes plásticas, trekker, runner, practicante del turismo activo y deportes de aventura, seguidora del movimiento slow y ecologista.
Pero a pesar de la heterogeneidad de mis experiencias por este mundo, todo lo vivido tiene denominadores comunes, el placer de recorrer el camino, la pasión por aprender, conocer y crecer como persona; la creatividad, el compromiso y el profundo deseo de compartir lo que se hace y se vivencia.